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El proceso colombiano desde finales del siglo XIX se enmarca en un
modelo católico debido al movimiento de la Regeneración orientado por el
liberal independiente Rafael Nuñez y el conservador nacionalista Miguel Antonio
Caro quienes con la constitución de 1886 organizan el Estado bajo un
centralismo político y confesionalismo estatal, que lleva a una
visión teocrática del poder donde nuevamente se invoca el nombre de Dios
como fuente suprema de toda autoridad.
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Se considera la religión católica, apostólica y romana como la de
la nación constituyéndose en elemento esencial del orden social. La educación
pública será organizada y dirigida en concordancia con la religión católica,
firmándose para ello el 31 de diciembre de 1887 un concordato entre la Santa
Sede y el Gobierno Nacional que permitirá que las autoridades eclesiásticas
entren a participar en la orientación de la sociedad por medio de la educación
y la cuestión social. (Díaz, Jiménez, Turriago, 2006, p. 42)
PROPUESTA
EDUCATIVA SALESIANA
En este
proceso de transformación de la sociedad colombiana en los albores del siglo
XX e implementación del proyecto católico, los salesianos comunidad
creada en Turín en 1841 por Juan Bosco, llegan a Colombia en 1890 por las
gestiones del arzobispo de Bogotá Telésforo Paúl (1884-1889) y del presidente
Rafael Núñez (1886-1992) dedicándose al cuidado de los niños desamparados por
medio de los “oratorios festivos” que tenían como objetivo los días
domingo y festivos instruir a los pobres en religión, juegos, deportes y artes
teatrales.
Promueven
las escuelas de artes y oficios que tienen como fin la educación profesional y
moral de la clase trabajadora por medio de talleres de sastrería,
zapatería, impresión, encuadernación, fotografía, carpintería y mecánica.
En este
proceso formativo los salesianos implementarán el método pedagógico
preventivo que tiene como objeto educar no con la represión y el
castigo, sino el respeto por la personalidad, voluntad y libertad del educando: “la educación es siempre diálogo
–de palabra o de acción, o de ambas cosas a la vez- entre dos personas:
educador y educando. Su actuación es “encuentro cooperativo” de dos voluntades
convergentes hacia el Ideal; mira siempre a fundir dos almas en el amor a ese
ideal, y en su prosecución hasta alcanzarlo” (Fierro, 1952, p. 143). Preparando el
espíritu de los alumnos con la persuasión y la comprensión que desarrolle una
pedagogía del cariño que induzca a su propia autonomía.
El
maestro, en la propuesta salesiana, mantiene la vigilancia “ que como padre cariñoso les
habla, y les sirve de guía en todas las circunstancias, les da consejos y los
corrige con amabilidad y de este modo pone a los niños en incapacidad de
cometer faltas” (Guerrero, 1929,
p. 858)
El
educador debe ser modelo para los educandos teniendo las virtudes de la
justicia, la equidad, la paciencia y la sencillez, porque para la pedagogía
salesiana, “se necesitan
educadores ricos en valores humanos, religiosos, efectivos, que sean modelos,
testigos, comunicadores con su vida, sus palabras y sus obras, en un importante
dispendio de energías ilimitadas, pero, al mismo tiempo, asedio benévolo y
cautivador, al que es difícil que pueda sustraerse el alumno” (Braido, 2001, p. 321).
La
propuesta pedagógica preventiva salesiana busca evitar la necesidad
del castigo como medio de corrección buscando “dar
á conocer á los alumnos las reglas y prescripciones del Instituto, y después
vigilar cuidadosamente de manera que siempre y doquiera estén
convenientemente atendidos por los superiores, quienes como padres
cariñosos les hablen, animen, estimulen y corrijan con amabilidad; poniendo de
este modo á los alumnos en la imposibilidad
de faltar” (Briata, 1910, p.
91)
La
pedagogía salesiana presenta tres principios para la acción pedagógica,
la razón, la religión y el amor.
El modelo
pedagógico salesiano considera lo lúdico como valor fundamental para el proceso
educativo donde en atmósfera de alegría se desarrollan una serie de actividades.
Se utiliza el teatro, la música y el canto para educar el corazón de los niños,
solemnizar las fiestas religiosas y civiles dando a los educandos una honesta
diversión (Briata, 1910: 82).